Siempre nos han atraído los lugares donde una chispa puede cambiar el rumbo de la historia, y la Ruta de los Tres Templos en Guipúzcoa, en el corazón del País Vasco, nos prometía exactamente eso. Este itinerario, que forma parte del Camino Ignaciano —el recorrido que siguió San Ignacio de Loyola en su búsqueda espiritual—, nos llevó a explorar el Santuario de Loiola, la Ermita de La Antigua y el Santuario de Arantzazu.
Cada uno de estos templos no es solo un monumento, sino un testimonio vivo de la fe, la cultura y la resiliencia vasca. Hace unas semanas, nos lanzamos a esta aventura, y queremos compartirla contigo para que sientas que caminas con nosotros por estos rincones llenos de historia, arquitectura y paisajes que quitan el aliento.
La importancia histórica de estos templos va más allá de lo religioso. Loiola es el epicentro de la fundación de la Compañía de Jesús, una orden que llevó la educación y la espiritualidad a los confines del mundo en los siglos XVI y XVII. La Antigua, con sus raíces medievales, nos conecta con un País Vasco donde la fe era el pilar de la comunidad. Y Arantzazu, con su audaz diseño del siglo XX, refleja cómo la tradición puede dialogar con la modernidad en una región que siempre ha sabido mirar al futuro sin olvidar su pasado.
La Ruta de los 3 Templos del Camino Ignaciano
Loiola: La Cuna de San Ignacio
Comenzamos nuestro viaje en Azpeitia, a unos 35 minutos en coche desde San Sebastián. Tras cruzar el pueblo, llegamos a una amplia avenida donde, al fondo, divisamos el Santuario de Loiola, el lugar donde nació San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas. Construida entre 1681 y 1738, la basílica barroca nos impresionó con su enorme cúpula y su fachada, que parecía darnos la bienvenida. Al entrar, el eco de nuestros pasos resonaba bajo la cúpula, y un leve olor a incienso llenaba el aire, creando un ambiente de calma y solemnidad.
¿Una visita guiada?
Nos hubiera gustado haber hecho esta visita guiada por el Santuario y Basílica de Loiola pero para las visitas de la mañana no había disponibilidad y para la de la tarde no podíamos porque no nos daba tiempo a hacer la ruta entera entonces. Pero si volvemos, seguro que la hacemos.
La historia de Loiola está íntimamente ligada a San Ignacio. En 1521, Ignacio, entonces un joven soldado vasco, resultó herido en la batalla de Pamplona. Mientras se recuperaba en la Casa Torre, su hogar familiar, leyó libros religiosos que transformaron su vida. Decidió abandonar las armas y fundar la Compañía de Jesús, una orden que no solo revolucionó la espiritualidad católica, sino que estableció misiones y colegios en Europa, Asia y América, llevando la educación a lugares remotos.

Pagamos la entrada al museo de la Casa Torre (unos 6 euros) y recorrimos sus estancias, desde las salas medievales hasta la planta superior, donde está la Capilla de la Conversión. Esta sala pequeña y sobria, con un sencillo altar, nos dejó sin palabras. Nos sentamos en un banco, imaginando a Ignacio postrado en su cama, y sentimos un escalofrío al pensar que una decisión tomada allí cambió el mundo. El museo nos fascinó con objetos del siglo XVI, como la armadura de Ignacio y cartas manuscritas, que nos ayudaron a entender su vida como noble antes de su transformación.
¿Sabías que…?
Los jesuitas fueron pioneros en crear universidades en América Latina, como la de Córdoba en Argentina, fundada en 1613, algo que comenzó a gestarse desde este rincón de Guipúzcoa.
Fuera, paseamos por los jardines junto al río Urola, con los montes verdes al fondo. El rumor del agua y la tranquilidad del lugar nos dieron un momento de paz. Mientras volvíamos al coche, nos maravillamos de cómo un sitio tan sereno pudo ser el origen de algo tan grande. Un detalle poco conocido: la basílica fue diseñada por el arquitecto italiano Carlo Fontana, discípulo de Bernini, lo que explica su aire majestuoso, casi como un pequeño Vaticano en el País Vasco.

La Antigua: Un Viaje al Medievo
Desde Azpeitia, condujimos unos 30 minutos hasta Zumarraga para visitar la Ermita de Santa María, La Antigua, conocida como la “catedral de las ermitas vascas”. Seguimos las señales hasta el centro de interpretación, donde dejamos el coche en un pequeño parking sin problemas. Desde fuera, la ermita parece una sencilla iglesia de piedra, pero al entrar, las vigas de madera de roble del siglo XII, llenas de tallas geométricas, nos dejaron boquiabiertos. Construida sobre un templo que podría datar del siglo XI, esta ermita es un tesoro del románico vasco. La Virgen de La Antigua, una talla gótica del siglo XIV, preside el altar con una serenidad que invita a detenerse.
La historia de La Antigua está unida a la vida cotidiana del País Vasco medieval. Era un punto de paso en las rutas de peregrinación hacia Santiago y un lugar donde los vascos celebraban bodas, bautizos y romerías. Nos contaron que, en el siglo XIII, la ermita fue ampliada para acoger a más fieles, y sus vigas de roble fueron talladas por artesanos locales que dejaron su huella en cada detalle.
Un dato poco conocido
algunas de las tallas en las vigas representan símbolos paganos, como espirales, que sugieren una fusión entre creencias cristianas y tradiciones vascas preexistentes, algo raro en templos de la época.

Subimos al coro, una plataforma de madera desde donde el techo parece aún más impresionante. Nos quedamos un buen rato sentados, escuchando el crujir de la madera bajo nuestros pies y mirando las vigas, preguntándonos cómo las construyeron hace siglos. El silencio del lugar, roto solo por los rezos de un par de personas, nos hizo sentir como si hubiéramos viajado al Medievo. Charlamos con un señor mayor en el exterior, quien nos contó que su familia lleva generaciones viniendo a rezar a la Virgen, y que la romería anual de La Antigua sigue siendo una gran fiesta en Zumarraga. Esa conversación nos dio un vistazo al corazón vivo de este lugar.
Las vistas de los montes de Guipúzcoa desde la ermita eran espectaculares. Nos sentamos un momento en un banco, disfrutando del aire fresco y la calma, y pensamos que La Antigua no es solo un monumento, sino un lugar que sigue uniendo a la gente con su pasado.

Arantzazu: Tradición y Modernidad en las Montañas
Nuestro último destino fue el Santuario de Arantzazu, en Oñati, a unos 50 minutos de Loiola. El trayecto en coche nos encantó, con carreteras que suben entre montañas, bosques y acantilados. Hicimos una parada en Oñati para tomar un café en una plaza llena de encanto, donde un camarero nos contó que Arantzazu es un símbolo de la identidad vasca, un lugar donde la fe y el arte se encuentran. Al llegar al santuario, a 750 metros de altura en el Parque Natural de Aizkorri-Aratz, su arquitectura moderna nos sorprendió. Construido en 1955, con esculturas de Jorge Oteiza en la fachada y un retablo de Lucio Muñoz, es como si el arte contemporáneo se hubiera fusionado con la devoción.
La historia de Arantzazu comienza en 1468, cuando un pastor encontró una imagen de la Virgen en un espino, dando origen a su nombre (“lugar de espinos” en euskera). Desde entonces, se convirtió en un lugar de peregrinación, y la Virgen de Arantzazu es la patrona de Guipúzcoa.
El santuario actual, diseñado por arquitectos vascos como Luis Laorga y Francisco Sáenz de Oiza, es una joya del siglo XX que refleja el espíritu renovador del País Vasco tras la Guerra Civil.
Y eso que no le dejaron…
Jorge Oteiza, autor de las esculturas de los apóstoles, quería que fueran mucho más abstractas. Pero la Iglesia las consideró demasiado radicales y pidió que fueran más reconocibles. Aquel desencuentro generó un debate artístico que, aún hoy, sigue resonando en el mundo del arte vasco.

Entrar en la basílica nos impactó: los frescos, las vidrieras y la Virgen, pequeña pero central, crean un ambiente único. Bajamos a la cripta, con sus frescos abstractos de Néstor Basterretxea que al principio nos descolocaron, pero que luego nos hicieron pensar en cómo la fe puede expresarse de formas tan atrevidas. Aunque la niebla nos impidió caminar por los senderos, pasamos un rato en el exterior, contemplando las montañas entre la bruma. Nos fuimos pensando que este lugar es un puente entre el pasado y el futuro del País Vasco.
Un Viaje que Deja Huella
Los tres templos de Guipúzcoa nos dejaron con mucho que pensar. Loiola nos mostró cómo un lugar pequeño puede cambiar el mundo. La Antigua nos transportó a la vida medieval vasca, con sus tradiciones y su fe. Y Arantzazu nos enseñó que la devoción puede hablar un lenguaje moderno. Juntos, estos lugares nos contaron la historia de una región donde la historia, la cultura y la naturaleza se entrelazan.
Este viaje nos enseñó que los sitios más humildes guardan las historias más grandes. Si alguna vez te preguntas qué puede pasar cuando fe, arte y paisaje se encuentran, sigue la Ruta de los Tres Templos. Puede que no solo descubras un lugar… sino una nueva forma de mirar el mundo.
Información práctica para hacer la Ruta de los 3 Templos
Queremos que tu visita a la Ruta de los Tres Templos sea tan especial como lo fue para nosotros, así que aquí te dejamos toda la información práctica que recopilamos durante nuestro viaje:
¿Cómo llegar a la ruta?
La mejor forma de recorrer esta ruta es en coche particular, sea propio o de alquiler. También existen autobuses desde San Sebastián hasta Azpeitia y Zumárraga, pero ojo: tardan bastante, hay pocas frecuencias y llegar hasta Arantzazu en transporte público es una odisea. Así que, sin duda, el coche es tu mejor opción.
El camino hacia cada uno de los templos está perfectamente señalizado y encontrarás aparcamiento sin problemas.
Para que te hagas una idea:
- De San Sebastián a Loiola, unos 40 minutos.
- De Loiola a La Antigua, 30 minutos más.
- Y de La Antigua a Arantzazu, unos 35 minutos.
Y lo mejor de todo: los paisajes entre un templo y otro son espectaculares. ¡Pararás más de una vez para hacer fotos!
¿Son gratuitos o hay que pagar entrada?
La entrada a los tres templos es totalmente gratuita. Eso sí, si quieres visitar la Casa Natal de San Ignacio de Loyola, tendrás que pagar entrada (unos 6 €). Los horarios son bastante amplios, pero te recomendamos echar un vistazo a sus páginas oficiales antes de ir, por si hubiera cambios.
¿Cuánto tiempo es necesario?
En un día completo puedes hacer la ruta sin problema, ya que las distancias son cortas. Nosotros pasamos unas 2 horas en Loiola, 1 hora en La Antigua y 1,5 horas en Arantzazu, sin contar los trayectos.
Pero si tienes tiempo, te recomendamos reservar dos días para poder explorar también Azpeitia, Oñati y Zumarraga, tres pueblos que merecen mucho la pena.
¿Dónde puedo encontrar más información?
Visita sus páginas oficiales:

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